lunes, 6 de agosto de 2007

Grace se estaba quitando la metralla de la oreja una tarde más.
Se miró en el espejo, hoy tenía un día coqueto y sacó sus pinturas de debajo del espejo del baño. Las escondió allí desde la última inspección de los funcionarios del imperio. Uno de ellos se llevó las pinturas para los ojos, según él porque eran tóxicos, pero dada la situación que se había dado en los últimos años en los que la toxicidad no era más que aire común, Grace sabía que era mentira, que sólo pretendía venderlos en el mercado negro. Tampoco le culpó, sacar unos cuantos euros por las pinturas hechas con la piel de un mirlo de una joven conductora de taxis no era nada que alguien echara de menos, ni siquiera ella.
Mientras se pintaba su cara era todo lo que existía de su cuerpo. Lo cierto es que era una belleza, sus ojos, mitad verdes mitad azul bermellón (o eso le decía su madre, por la franja que creaban entre los dos colores cerca de su pupila) eran grandes y de mirada caída y seductora. Su nariz minúscula y torcida a la derecha por la última patada que recibió de la policía hacía dos años y su boca pequeña de un rosa avioletado.
Quizá resaltando su tonalidad grisácea lo mejor siempre eran los tonos rosas y violetas, lo malo es que desde la metralla en la mejilla apenas había vuelto a tener ganas de echarse colorete...
Una pena, pensaba, con colorete ganaba mucho...
Al llegar a los polvos en su cuello tuvo un repentino flash, recordó cómo había empezado la historia de todos, por tanto la suya propia.
Que en un lugar como Arkansas hubiera una explosión nuclear de tipo S-6 no era algo fuera de lo común, y que comenzara una época de mutaciones en masa tampoco sorprendía visto a lo que se estaba llegando con las guerras del siglo anterior y todas las dictaduras permitidas, pero que una mosca violara las leyes estatales de Arkansas atravesando las fronteras siendo portadora de un virus, era algo que el Gobierno no pudo ver, no se pudo impedir de ninguna manera.
El día que aquella mosca la picó había estado jugando a los médicos con Billy, su vecino. Nunca más volvieron a jugar.
Los médicos decían muchas cosas, sus padres también, y la gente de los colegios que no la dejaba matricularse, pero sobre todo eran los chicos, que en vez de alejarse de ella la buscaban, como una fantasía morbosa que les pudiera llevar a la locura máxima. Lo que ellos no sabían era las consecuencias que iba a tener ni que era la única chica que había tenido esta metamorfosis en Arkansas, la otra era Laura Meyer.
Y ahí estaba Grace, arreglándose para conocer a Laura, citadas en media hora a la puerta de su casa.
Tenían muchos recuerdos comunes.
Tenían una visión del mundo.
Y sobre todo, tenían deseos de venganza...

Con esa idea, Grace dejó las pinturas en su sitio, se ajustó los puñales a sus botas altas y colocó la pistola en la tira derecha de su sujetador, dado que era más cómodo al tener el hombro más bajo por ese lado. Y salió.







¿Continuará?

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